CASARES (MÁLAGA)
Cuenta
el taxista que vienen muchos japoneses a ver el pueblo, porque en su
país hay un libro donde aparece una fotografía muy buena. El trozo de
carretera que conduce de la N-340 a Casares está lleno de curvas, en
las que, dicen, se aparece, a quienes van demasiado rápidos, Al tomar una de las curvas surge el blanco caserío sobre la ladera, coronado por los restos del castillo y, en su interior, la ermita de la Vera Cruz y la iglesia de la Encarnación. Conviene subir hasta aquí, al lado el antiguo cementerio, desde donde se disfruta de una espléndida panorámica de la sierra, con el pueblo de Gaucín al fondo. Cerca quedan los baños de la Hedionda, de aguas sulfurosas, que ya eran utilizados por los romanos para tratar enfermedades de la piel. Según la tradición, en ellos estuvo, para quitarse la sarna, el mismo Julio Cesar. Después de
los romanos vinieron los árabes, que también supieron aprovechar su estratégica
situación. Ellos la llamaron Caxara, de donde procede Casares, aunque
algunos prefieren hacer derivar el topónimo de Caesar en recuerdo del
emperador. El lugar fue elegido por Don Juan El pueblo se ha arreglado, pero sin hacerle perder su encanto. En la plaza se levanta un monumento a Blas Infante, padre de la patria andaluza, aquí nació. En los alrededores tenemos Estepona a 24 kilómetros, con el acueducto romano de Salduba, castillo árabe y paseo Marítimo. Hacia Algeciras, castillo de Sabinillas (a 7 kilómetros), con las playas del Negro y Arenas.
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