UN RECORRIDO POR ARAGÓN
SOS DEL REY CATÓLICO.- En este pueblecito de la comarca de las Cinco Villas nació en el año 1452 el futuro rey Fernando el Católico. El palacio de Sada, probable lugar de nacimiento del monarca, que cuenta con un bello patio interior, es una de las mansiones más señoriales del pueblo; se alza en una plazoleta, en medio de un laberinto de callejuelas empedradas. En la parte alta del pueblo se ven los restos desmochados de un castillo y de la iglesia de San Esteban. La antigua pila de la iglesia y sus capiteles labrados son dignos de mención, al igual que los frescos del siglo XIII que adornan dos de los ábsides de la cripta. Desde el castillo y la iglesia se contemplan espléndidas vistas de las colinas circundantes. La Lonja, con arquería gótica, y el ayuntamiento, construido durante el siglo XVI, están en la colindante plaza Mayor. Es también digno de interés el convento de los carmelitas, que data del siglo XVI. LOS VALLES.- Los encantadores valles de Ansó y Hecho, formados respectivamente por los ríos Veral y Aragón Subordán, estuvieron aislados hasta época reciente por la falta de carreteras en condiciones. Sus aldeas conservan las costumbres tradicionales y un dialecto local llamado cheso que pasa de padres a hijos. La naturaleza, la artesanía y los trajes tradicionales de la zona atraen mucho turismo, sobre todo en verano. Las estribaciones pirenaicas y los pinares que coronan el valle son ideales para el senderismo, la pesca y el esquí de fondo. Ansó se asienta en el más hermoso de los valles, que se convierte en una umbrosa garganta allí donde el río Veral y la carretera que lo bordea se angostan entre farallones verticales y atraviesan túneles rocosos. Muchos edificios tienen fachadas de piedra y tejados muy pronunciados. En la iglesia gótica hay un museo de trajes de la comarca. Hecho organiza un festival de escultura moderna al aire libre. Las obras de años precedentes se pueden ver por todo el pueblo. BENASQUE.- Arrebujado en la punta nororiental de Aragón, en la cabecera del valle de Esera, Benasque domina un bello y abrupto paisaje pirenaico. Aunque el pueblo ha crecido mucho por el turismo, el uso armonioso de la madera y la piedra en las nuevas construcciones da continuidad al estilo tradicional. Resulta delicioso pasear por el casco antiguo, lleno de mansiones señoriales. Los edificios más notables de Benasque son la iglesia de Santa Maria Mayor, del siglo XIII, y el palacio de los condes de Ribagorza, con fachada de estilo renacentista. Sobre el pueblo se alza el macizo de Maladeta, desde cuyos senderos y pistas de esquí se disfrutan vistas magnificas. Varios picos de la zona, entre ellos el Posets y el Aneto, superan los 3.000 metros. AINSA.- Capital del reino de Sobrarbe durante el medioevo, Ainsa no ha perdido su encanto. La anchurosa y empedrada plaza Mayor está rodeada de soportales de piedra. A un lado se alza la iglesia de Santa María, consagrada en 1181, y más allá las viejas callejuelas conducen al restaurado castillo. Fruto de su pasado, las casas presentan un marcado toque árabe. JACA.- Se remonta al siglo II después de Cristo. En el siglo VIII la ciudad resistió bravamente a los musulmanes y en 1035 se convirtió en la primera capital del reino de Aragón. La catedral de Jaca, del siglo XI, es una de las más antiguas de España; pero su interior está muy reformado. Su primitivo esplendor se adivina en el restaurado pórtico sur, con tallas de tema bíblico, como las de Isaac y David. Esculturas y ornados abovedamientos embellecen la sombría nave central y las capillas. En los claustros, un museo de arte sacro contiene una colección de frescos románicos y góticos y esculturas de iglesias de la comarca. Las calles aledañas forman un atractivo conjunto urbano. Otros monumentos de Jaca que revisten interés son la ciudadela del siglo XVI, una fortaleza con torres angulares situada en las afueras de la ciudad, la Torre gótica del Reloj y la iglesia del Carmen. Jaca es el punto de partida principal para explorar el Pirineo aragonés. PARQUE NACIONAL DE ORDESA.- Dicho Parque y el Monte Perdido combinan los elementos más espectaculares del paisaje pirenaico. En el corazón del parque hay cuatro cañones glaciares, los valles de Ordesa, Añisclo, Pineta y Escuain, que moldean los grandes macizos calcáreos de las tierras altas, creando simas y farallones formidables. A la mayor parte del parque sólo se puede llegar a pie, y las nieves del otoño y el invierno lo vuelven inaccesible a quienes no dispongan de equipo especial. En verano, sin embargo, el gran numero de personas que visitan el parque atestigua la merecida fama que ha obtenido como paraíso para montañeros y naturalistas. Ordesa es todo un espectáculo de fauna y flora, con numerosos endemismos. Los arroyos trucheros corren por el lecho del valle, cuyas laderas se cubren de un manto verde que cobija a todo genero de criaturas, entre ellas nutrias, marmotas y urogallos. Las flores brotan antes de que se derrita la nieve: gencianas y orquídeas se ocultan en las grietas, y el edelweis arraiga en los peñascos más hostiles. Más arriba, junto a jabalís y zorros, el rebeco pirenaico sigue siendo común; pero el ibex de Ordesa escasea hasta el punto de ser especie protegida. En lo más alto, los pináculos rocosos son los dominios de las aves de presa como las águilas imperiales y los quebrantahuesos. |