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En este
itinerario, denominado de la ruta del Cares, uno de los de mayor belleza que
pueden hacerse por cualquiera de nuestras montañas. En él, aúnan la riqueza ecológica
de una naturaleza poco alterada por la acción del hombre y la grandiosidad de
las formas del relieve que configuran una serie de paisajes realmente
excepcionales. El itinerario se
inicia en la capital del Concejo de Valdeón (León), situada a unos 900 metros
sobre el nivel del mar y desciende por el valle que surca el río Cares hasta
llegar a Poncebos, población esta del municipio de Cabrales (Asturias) que se
encuentra a unos 300 metros sobre el nivel del mar, 21 kilómetros, aguas abajo.
Normalmente se invierten unas 5-6 horas en efectuar el recorrido, siendo el
mismo cómodo y sin dificultad al discurrir todo él por un camino que prácticamente
sigue las curvas de nivel, si bien hay que señalar que durante una buena parte
del trayecto, el que se corresponde con la magnifica garganta del río Cares, el
camino se encuentra bordeado por una de sus márgenes por profundos cortados que
confieren una gran vistosidad a este itinerario. Son de destacar en este
recorrido puntos como: Los Llanos, Cordiñanes y Caín, el Mirador del Tombo,
Las fuentes de Teja Oscura y los Castros, Las Invernales de Sesanes, Corona, San
Tiján y las Vegas, El Chorco de los Lobos, el Río de la Peguera y <<La
Garganta divina>> del Río Cares.
Entre los
macizos occidental y central de los Picos de Europa, se abre el Valle de
Valdeón, surcado en toda su extensión por el río Cares, que pone así en
comunicación las provincias de León y Asturias. Se trata de una zona de
singulares características geológicas, orograficas y ecológicas, pues
confluyen en ella los más diversos ambientes: abruptas cumbres calizas de los
Picos de Europa, ambientes propios de ribera, frondosos bosques en los que es
posible encontrar numerosas especies, tanto atlánticas como mediterráneas.
Todo ello sin olvidar los asentamientos humanos, pequeños pueblos y aldeas
dispersos por todo el Valle, que poco a poco van despertando del profundo
aislamiento a que las difíciles condiciones del terreno les obligan. El impulso
que están recibiendo desde hace algunos años hace que sean hoy una zona
frecuentemente visitada por turistas y montañeros. No hay que olvidar la etimología
de Valdeón que se piensa que tiene su origen en el vocablo<<Con>>,
que significa QUIETUD, nombre bien merecido por sus valores naturales y paisajísticos.
Buena parte de los terrenos del Valle corresponden a espacios naturales
protegidos.
Así, la zona oriental del mismo pertenece a la reserva Picos de Europa, aunque
ahora, al aunar los dos parques, todo se ha quedado en el parque Picos de
Europa.
Aunque la ruta
del Cares, propiamente dicha, parte de Caín, la dificultad de acceso hasta
dicho pueblo obliga a iniciarla en Posada de Valdeón, centro neurálgico del
Valle, hasta donde llegan los autocares. Esto incrementa el recorrido en unos 9 kilómetros,
que no presentan absolutamente ninguna dificultad. De Caín hasta Puente
Poncebos, en el concejo asturiano de Cabrales, hay aproximadamente tres horas de
camino, que discurre en todo momento por una senda trazada hace ya algunos años
y que vino a sustituir a la primitiva que salvaba grandes desniveles y ofrecía
considerables dificultades. Hay que destacar la importancia de este camino como vía
de comunicación entre Asturias y León, ya que cuando las nieves cortaban la
salida hacia el puerto del Pontón por el sur, la senda del Cares era la vía
más rápida de acceso con Asturias.
Dando entrada al Valle nos topamos con los imponentes murallones de los Picos de
Europa. A nuestra izquierda, el Cornión, representado por el macizo de La
Bermeja, con la Torre Bermeja (2393 m.), Torre Parda (2314 m.), Torre Ciega
(2261 m.), Torres de Arestas. En él, el Horcado de Pambuches, por el que se
accede al corazón del macizo. Por oriente, el Central nos muestra las Peñas
Cifuentes, con El Friero (2445 m.) y Torre Salinas (2446 m.). Tras ellos, la
Canal de Asotín y la amplísima Vega de Liordes. El Cares está perfectamente
integrado en su entorno. Se encauza en la Hoyada de Valdeón, formándose de la
conjunción de riegas y arroyos que discurren por los valles menores laterales.
Pueden considerarse, sin embargo, sus más notables proveedores los manantiales
de los Puertos de Freñana, en las estribaciones de Pico Gildar.
El Cares surca
luego el Valle en dirección casi sur-norte, para empezar a encajonarse después
de pasar Cordiñanes, hacia las Vegas de Corona, importante masa boscosa de la
zona y lugar de su gran tradición histórica y religiosa. Por la Hoz, hasta
llegar a Caín,
atraviesa el fondo de un valle dominado en las alturas por empinados canales y
los murallones y torres de los Picos. Desde aquí y tras ser parcialmente
canalizado para la producción de energía eléctrica, el río discurre por un
imponente cañón labrado hace miles de años, que sirve de frontera entre el
macizo del Cornión y el de los Urrieles hasta llegar a Poncebos. Después, el
río continua siempre serpenteando entre las estribaciones de los Picos para
alcanzar el pueblo de Arenas de Cabrales, donde recibe las aguas del río
Casaño y desde donde, forzado por la Sierra de Cuera, discurre en dirección
este hasta Panes, vertiendo allí sus aguas al río Deva.
Desde su
nacimiento a Caín, el río tiene aproximadamente 16 kilómetros; en la garganta
recorre unos 10 kilómetros, algo menos que la senda; de Poncebos a Arenas, unos
5 kilómetros y hasta su desembocadura en Panes, algo más de 21 kilómetros.
Para describir el camino partiremos de Posada de Valdeón, que como ya apunte
anteriormente es el pueblo más importante del Valle. Ya en su plaza podemos
observar algunos de los aspectos propios de la arquitectura popular de la
montaña, pero si nos damos una vuelta
por el pueblo apreciaremos muchos más detalles. Las casas, construidas
tradicionalmente en piedra y madera, constan de dos pisos y un desván superior
que ocupa el hueco del tejado, aunque las casas modernas presentan mayor altura,
me lama la atención en la mayoría de ellas la existencia de un corredor,
generalmente de madera, bajo el que queda protegida la puerta principal de la
casa. Junto a la casa, los establos o cuadras y el hórreo, que da siempre una
nota tan característica en todos los pueblos del norte de España. Bajo él,
los aperos del campo y a veces el carro viejo que se empleaba para trasegar la
hierba recién segada. Asociado siempre a núcleos humanos veremos el Avión
Común y el Vencejo, de forma típica ahusada y fácilmente distinguibles entre
si por la diferencia de tamaño y la forma de la cola. Desde la plaza tomaremos
el camino que sale a la izquierda y se dirige a Cordiñanes. Justo al salir de
Posada entramos en Los Llanos y enseguida empiezan los prados de siega de donde
se recoge la hierba que servirá de alimento para el ganado, cuando a finales de
otoño se baje de los puertos altos de la montaña. Entre estos prados, que
ocupan siempre las partes bajas del valle hasta el río, es frecuente que se
dispongan algunos cultivos y huertos. Estos prados se mantienen siempre por
influencia humana. Durante los meses de junio y principios de julio, los
trabajos de siega y recogida de la hierba se convierten en la actividad
predominante en el Valle. Son siempre de pequeño tamaño, ya que las laderas
escarpadas y el río no permiten su expansión. Los prados de siega son de gran interés
botánico. A finales del mes de mayo quedan cubiertos por multitud de flores.
Son también relativamente frecuentes algunas plantas de uso medicinal. Entre
los prados, bordeándolos o a modo de linderos, encontramos setos naturales, que
en muchos casos han sido talados. Son restos de la primitiva vegetación que desapareció
por causa antropógena. Están formados principalmente por especies de porte arbóreo,
como el avellano, siempre en forma de varas más o menos delgadas y de hojas
grandes. Con ellos, fresnos, cerezos, chopos, algún sauce, así como matorrales
espinosos, como zarzas, rosales silvestres, majuelos... Los setos sirven de
refugio para buena parte de la avifauna asociada a estos prados, como son los
escribanos, reyezuelos, pinzones, mosquiteros y carboneros, jilgueros, bisbitas,
cucos, mirlos, etc. De gran interés en estos prados son los invertebrados, en
especial los distintos ordenes de insectos que viven en ellos. Propias del borde
del río son las saucedas, destacando en ellas una especie endémica de la
Cordillera Cantábrica, el salix cantábrica. También crecen en ellos el aliso,
conocido en estas zonas por humero.
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