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La
isla de La Gomera, con una superficie de 372 km2, está
situada en el grupo de las Canarias occidentales; de forma más o menos
redondeada, su máxima altitud se encuentra en el alto de Garajonay,
a 1.487 metros sobre el nivel del mar.
Es la única isla del Archipiélago Canario que no ha
experimentado erupciones modernas (desde hace aproximadamente dos millones de años).
Su configuración está íntimamente relacionada con la erosión
de las aguas que han surcado una amplia red de barrancos radiales, ensanchados
gradualmente hasta el punto de permitir que la mayor parte de la población
gomera y sus actividades agrícolas se hayan asentado en el fondo de estos
barrancos.
La Gomera siempre ha sido apreciada por sus bosques
excepcionalmente conservados. Es un orgullo para el pueblo gomero este ejemplar
comportamiento conservacionista, que a lo largo de los años ha contrastado con
el destructivo afán expoliador característico de las islas centrales del
Archipiélago, Tenerife
y Gran
Canaria.
La economía de La Gomera ha estado centrada en las
actividades del sector primario, sobre todo las agrícolas y ganaderas, aunque
también la pesca ha destacado por su importancia, alcanzando, comparativamente,
el mayor nivel de las islas occidentales.
En cuanto a las comunicaciones interiores, la abrupta orografía
ha dificultado enormemente el desarrollo de una red vial adecuada a las
necesidades de los habitantes de la isla. Basta decir que hasta los años
sesenta no estuvieron comunicados por carretera los principales núcleos de
población.
El legado de la historia
Si el viaje de Colón hacia América
se considera como uno de los periplos más importantes realizados jamás, no
debemos olvidar que fue precisamente desde aquí que el marino genovés soltó
amarras rumbo a la inmortalidad.
La Gomera es pues, historia, y estas importantes manifestaciones históricas con que cuenta son únicas, puesto que están íntimamente
ligadas a la gesta colombina, y a las más hondas tradiciones ancestrales.
Los vestigios conservados actualmente puedes ser modestos,
pero no obstante en ellos se conserva indemne el riquísimo valor que hizo de
esta isla la ruta hacia el Nuevo Mundo. Todo esto, unido a la benignidad de su
clima suave, los múltiples valores culturales y naturales que posee, así como
la incomparable belleza de sus pueblos y un parque nacional considerado como
patrimonio de la humanidad, hacen de la isla colombina un lugar ideal para el
turismo de calidad.
Fortaleza de Chipude
Esta Fortaleza, debe corresponder con la denominación
Argodey,
referida por los cronistas: «... venido a noticia del rey Amaluige la entrada
en su tierra y muerte de su hermano, apellidó la isla y fue en busca de los
extranjeros matadores de su hermano, a los cuales acometió y dio batalla, y
hizo retraer a una fuerza que dice Argodey, toda cercada de peña muy fuerte, la
cual no tiene más de una entrada» (Abreu Galindo).
Con una altitud de 1.243 metros, destaca en el sector suroccidental de la
isla. Hasta el siglo XIX no se hablar de la Fortaleza de Chipude,
apareciendo tal topónimo por vez primera en una obra de Juan Bethencourt
Alfonso, quien considera dicho lugar como sagrado, tesis que seguir
Verneau años más tarde.
Otros investigadores posteriores insistirán en esta significación.
La excavación y estudio del yacimiento, fue realizada en el año 1973 por el
Departamento de Arqueología de la Universidad de La Laguna.
Fueron excavadas siete tipos de estructuras, que responden a las siguientes
categorías: cabaña circular, redil, conjunto de cabaña-redil, cabaña abrigo
y hogar. La datación por Carbono 14 en una muestra de carbón vegetal dio una
cronología de 470 ± 60 después de Cristo. Sin embargo, la inexistencia de
estratigrafía no permite establecer que no se utilizara con anterioridad. Si
parece clara su reutilización posterior.
Según estos estudios, se estimó que debió de tratarse de una zona de hábitat
temporal de una comunidad pastoril, que acudiría a dicha zona en busca de
pastos.
También pudo servir a los indígenas como refugio en caso de peligro; no
descartándose su uso como lugar de reunión por motivos políticos, militares o
religiosos.
En todo caso, dicho equipo investigador no estima que la antigua Argodey
estuviese poblada permanentemente, dadas las duras condiciones climatológicas
que allí suelen reinar (viento, frío, niebla) y la carencia de agua.
Esta Fortaleza reúne, además de sus valores arqueológicos, geomorfológicos
y paisajísticos, la circunstancia de ser un lugar donde crecen varios
endemismos de la flora gomera.
Cueva de Guahedum
Situada en la Degollada de Peraza, la Cueva de Guahedum o
Guadejume, como la conocen los pastores, del Conde o de Iballa, que también así
aparece relacionada, se ubica dentro del bando aborigen de Hipalán. Ocupa una
zona donde se localizan numerosas cuevas de habitación y enterramiento.
Reutilizada por los pastores, la pared que la tapia fue construida en los años
cuarenta.
Se tiene la costumbre de engalanar con hojas de palma su entrada, cada 25 de
noviembre, para conmemorar los hechos que aquí tuvieron lugar en 1488.
Distorsionados por las referencias de los Cronistas, que los relacionan a partir
de su particular visión cultural, y recreados por la tradición popular (Coplas
de Hupalupo), la realidad es mucho más compleja, que una simple historia de
amor y honores mancillados. Ya Bethencourt Alfonso supo intuir, como se refleja
en su Historia del pueblo guarache, su auténtico significado, aunque será Juan
Álvarez Delgado quien aporte las referencias más claras.
Dentro de la organización social de los aborígenes gomeros, existía una
institución que guarda total paralelismo con otra existente en el mundo berebere
continental (Marruecos), relativa a los llamados «pactos o alianzas por
colactación». De esta forma, Hernán Peraza estaba unido a través de un pacto
con los bandos de Amulagua e Hipalán, y precisamente a este último pertenecía
la joven Ibaila. Dicho pacto o alianza se realizaba mediante un ritual,
consistente en beber leche en un gánigo. Al mantener relaciones Hernán Peraza,
con una mujer de su propio bando, considerada según dicha alianza como su
hermana, estaba faltando, no sólo al compromiso consuetudinario de la exogamia,
deshonrando a los bandos que lo habían acogido como hermano de sangre, sino
rompiendo además el pacto establecido.
Este hecho, a lo que se debe añadir el gobierno despótico que realizaba el
señor sobre la isla, determinarían la conjura, en la que participó Hupalupa,
anciano encargado de vigilar el cumplimiento del pacto. Se decidió que
Hautacuperche matara al traidor Hernán Peraza, aprovechando su visita a la
cueva donde se encontraba Ibalia, en Guahedum. Con su muerte, los gomeros
alzados «decían en su lengua: - Ya el gánigo de Guahedum se quebró», en señal
de que el pacto se había roto.
Sublevada la isla, con los gomeros sitiando a la señora Beatriz de
Bobadilla en la Torre de los Peraza o del Conde, fue llamado a la isla Pedro de
Vera, cruel y nefasto personaje, que daría lugar a uno de los más sangrientos
episodios de la Historia de Canarias.
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