RUTA DEL VALLE DEL PAS


El mejor embajador del valle del Pas en los últimos años ha sido el sobao, ese exquisito dulce, mezcla de magdalena y bizcocho, que ha inundado las confiterías y comercios de media España. Muchos, quizá los más jóvenes, han oído hablar de este precioso enclave cantabro gracias a su gastronomía; otros, los más viejos, recuerdan el valle del Pas por la fama que alcanzaron en el siglo XIX y principios del XX de las amas de cría. La nodriza pasiega, llamada jampuda, estuvo en las mejores casas españolas hasta los años treinta e incluso después de la guerra civil se podían ver aún amamantando niños. Su prestigio llegó a la Casa Real y monarcas como Isabel II, Alfonso XII, Alfonso XIII o S.A. Don Juan de Borbón estuvieron en las manos de estas señoras cantabras, cantadas por algunos de nuestros más románticos escritores, como Pedro Antonio de Alarcón, Juan Eugenio Hartzenbusch, Bretón de los Herreros, Emila Pardo Bazán o Enrique Gil y Carrasco. Además, su imagen fue llevada al arte por el hermano de Gustavo Adolfo Bécquer, Valeriano Domínguez, en 1856, obra que se conserva en la colección del museo Romántico de Madrid. El valle del Pas se encuentra al sureste de Cantabria y es un espacio acotado por las montañas de Burgos, al sur; el valle de Soba, al este; el parque de la naturaleza y antigua zona minera de Cabárceno, al norte, y el parque natural de Saja-Besaya, al oeste. Es decir, pura y salvaje naturaleza.

Como sucede en la mayoría de las rutas que aquí se describen, existen varios modos de iniciar el recorrido por la región pasiega como Puente Viesgo, Liérganes, el puerto del Escudo o Espinosa de los Monteros. Pero nuestras preferencias huyendo un poco de esas cuatro puertas de acceso, se encaminan al pueblo de Sarón, en plena N-634 ( San Sebastián-Santiago), muy cerca de Cabárceno, lugar elegido, por cierto, para situar la reproducción de las cuevas de Altamira del pabellón de Cantabria de la Expo. Lo bonito de esta entrada es comprobar la belleza del Real Valle de Cayón, con pequeñas poblaciones llenas de encanto, como Santa María de Cayón, Lloreda, Esles, Llerena, Vega o Sarón. Este podría ser el recorrido inicial antes de adentrarse en el valle del Pas, cuya primera población es Villacarriedo, la más importante de la comarca. Además, en esta localidad comienza el recorrido de la ruta de las Villas Pasiegas. Visítela sin prisa. Dispone de un núcleo urbano disperso a lo largo de la carretera, aunque lo mejor y más antiguo del pueblo se concentra junto al palacio de Soñanes, del siglo XVIII, uno de los más grandes de la provincia.

Para llegar a Vega de Pas desde Villacarriedo hay que subir por el alto de la Braguia, de escasa altura, 720 m., pero de espectaculares paisajes. Prepare bien su máquina fotográfica o videocámara. Antes se pasa por Selaya, con curiosos e interesantes rollos heráldicos, atractivas casas-palacio, como las de Arce-Reinosa, Miera y Donadío. Del pueblo sale el camino al santuario de Nuestra Señora de Valvanuz, lo podrá ver escrito también con b, lugar de obligada peregrinación para todos los vecinos de los alrededores. Es la patrona de las gentes del Real Valle de Carriedo, pero los del valle del Pas también celebran su romería el 8 de septiembre. El paseo por el puerto de la Braguia es espectacular, todo son suaves montes, salpicados de cabañas pasiegas y verde, mucho verde. La excesiva pendiente de los prados ha obligado a los pasiegos a idear una formula para que la acción del agua no deje sin nutrientes el suelo. Para ello trasladan abono natural a lo alto de los pastos a través de unos cestos, llamados cuévanos, sujetos a la espalda, que forman parte del tradicional sistema de transporte de la zona. De esta manera consiguen que el suelo mantenga permanentemente el nivel de su riqueza. 

Hasta no hace muchos años los pasiegos eran en su mayoría pastores trashumantes que se desplazaban con toda su familia, ganado y enseres a los lugares más idóneos de pastoreo. En verano acudían a las tierras altas y en invierno se asentaban junto a los ríos. Pero las costumbres cambian y hoy en día permanecen todo el tiempo en estas tierras. Cualquier curva de la carretera es un buen mirador, aunque un poco antes de alcanzar la cima se encuentra el de la Braguía, un excelente balcón desde el que se divisa una magnifica panorámica de Villacarriedo y su valle. Cuidado con el coche porque apenas hay sitio para dejarlo sin entorpecer el tráfico. Hasta llegar a Vega de Pas el camino se retuerce hasta cruzar por primera vez el río que bautiza el valle, el Pas. En el pueblo todos son avisos y carteles invitando al visitante a comprar y probar el dulce que ha elevado a la fama a Vega de Pas, el sobao. El nombre procede de la forma de sobar la masa, harina de trigo, manteca, azúcar y huevos, para conseguir el punto necesario. Después al horno y listo. Otras versiones apuntan que el exquisito dulce debe su nombre al cercano valle de Soba, pero los de Pas la rechazan. Bajando por la calle-carretera, encontramos, a la izquierda, la estatua del doctor Madrazo, cirujano, hijo de la villa y fundador del primer sanatorio quirúrgico de España, en 1894. Dos años después levantó otro, el segundo, en Santander. Dicen que los enfermos acudían a caballo de todas las partes de la península a Vega para ser curados, entonces no había carreteras por estos lugares. Tuvo el doctor una cocinera, Eusebia Domínguez, considerada un poco la "culpable" del actual sobao, al variar la formula y cambiar la levadura de pan por la harina de trigo.

Como se ve la historia de Vega de Pas está íntimamente ligada, por una u otra causa, con la casa del doctor. Otro postre típico de la zona es la quesada, antaño consumida en días muy especiales. Todavía habrá alguien que a la hora de comer nos aconseje setas y truchas de San Pedro de Romiera, carnero capón de San Pedro del Romeral y claro, sobaos y quesada de Vega de Pas. No se vaya sin probarlo. Lluis Buñuel habla con agrado de este pueblo en sus memorias. Mi último viaje, que lo conoció siendo aún muy joven: "Veía nubes, lluvia, bosques encantados por la bruma, musgo húmedo en las piedras. Fue una impresión deliciosa que siempre perdurará". La referencia para continuar el camino es la indicación al alto de las Estacas de Trueba. Hasta llegar a la cima, el paisaje que aparece a derecha e izquierda de la carretera es inquietante, con fuertes laderas peladas de vegetación arbustiva y alguna que otra cascada, como la formada por el arroyo Envarao, que todavía en pleno mes de agosto rezuma agua. La parada se hace necesaria en lo alto del todo, junto a la muga que indica que estamos a 1166 metros de altura y que esto es Cantabria y aquello Castilla y los montes de Burgos. A la bajada se pasa por la aldea de Las Machorras, una población muy diseminada en cabañas, que celebra a la Virgen de las Nieves el mes de más calor, el 5 de agosto. Casi enfrente de la ermita de la patrona sale la carretera al portillo de Lunada ( 1350 m.), con buenas panorámicas de los valles del Pas y Miera, el limite este de la comarca.