En la procesión de las seis de la mañana, precede a Ntro. Padre Jesús una
muchedumbre de tambores y clarines denominada Las Turbas. Quizás porque muchos
de sus integrantes llevan alguna "copa de más" se le ha colgado el apelativo de
procesión de los borrachos, injustamente pues nos son la mayoría de sus
integrantes los que van en ese estado. Buscar los orígenes de Las Turbas es una tarea que ni los más eruditos del tema han podido precisar con exactitud (Calvo Cortijo p. ej.) , se sabe que en Abril de1766 se produjo en Cuenca con motivo de la subida del precio del pan un motín llamado del tío Corujo que se supone que fue quien lo encabezó , y que según relata las crónicas de aquellos años pudo ser el precedente de las actuales Turbas, en aquel año un grupo de vecinos del barrio de la Puerta de Valencia, sacaron de la iglesia de San Roque , tambores y clarines de Semana Santa y revestidos con túnicas recorrieron la ciudad con gran escándalo. Según se apunta tambores y clarines eran ya instrumentos usados en las procesiones, lo que no se puede precisar es si usados para tal fin de preceder a la procesión Andrés González Blanco, escritor nacido en Cuenca en el siglo XIX describe en su novela "Un amor de provincia" el ambiente de la Semana Santa , más concretamente hace un detallado relato de procesión que se celebraba el Viernes Santo al amanecer : "Era una procesión singular...-escribe
en "Un amor de Provincia"-
De la iglesia de San Esteban, de corte románico y un aire desmantelado que le
daba gran prestigio histórico, salía un Jesús caído, con la Verónica enjugándole
las lágrimas sangrientas y un Cirineo ayudándole a soportar el peso de la Cruz.
Esta procesión a medias, formada sólo de devotas y presbíteros, iba callada por
la calle Estrecha, turbando con sus pisadas el profundo silencio matinal. Como
en estos climas del riñón de Castilla las estaciones intermedias son las más
suaves y tónicas por este tiempo- ultimando Marzo o mediando Abril- solía correr
una brisilla fragante y leve bajo un cielo purismo y en un aire tranquilo. Un
poco de frío matinal, Al encuentro de esta procesión pacata y pía, en la cual no se oía sino el
susurro sibilante de los rezos, tan en consonancia con el pasmoso silencio de
las calles desiertas, avanzaba, saliendo de la parroquia de San Pedro, otra
procesión estruendoso, formada por una comitiva irreverente, voceadora y
bestial. Eran nazarenos revestidos con ropas lúgubres, como las de los ahorcados
cuando van al cadalso, que llevaban en andas una Dolorosa compungida y
romántica, con el supremo gesto del amor maternal exacerbado... Las túnicas de
los que llevaban las andas y las varas auxiliadoras- con la horquilla para
apoyar en ella la imagen en los descansos,- eran más lujosas y ondulantes... Las
de los otros- que componían la mesocracia de los cofrades- eran viles y pobres,
de percalina descolorida, ajada por los años de uso, y a No estábamos mucho tiempo en espera. Apenas habían dado las seis en la
Catedral y aún no se impacientaba el escaso público madruguero que allí
aguantaba a pie firme, cuando avanzaban frente a frente las dos procesiones,
hasta hacer que casi se diesen de boca las imágenes de la Dolorosa y de Jesús.
Era éste el momento culminante de la extraña fiesta, más profana que religiosa.
Por incomprensible complacencia tradicional, a pesar del escándalo anualmente
renovado, la devota y ascética Episcópolis toleraba este espectáculo nada
edificante. Los cofrades de moradas túnicas avanzaban a los redobles de los
tambores velados, cuyos sones lúgubres y opacos turbaban la calma de la ciudad
dormida, hasta darse de bruces con la vanguardia de la otra procesión. Ya unidas
las dos partes del cuerpo procesional, los tunicados, con enormes trompetas,
hacían retemblar los ecos de la calle, soltando al rostro del divino Jesús
resoplidos gigantescos que parecían deshacerse en flatos de rabia. Fingiendo ser
soldados pretorianos, que hacían irrisión del Salvador, tomaban tan en serio su
papel, que parecían efectivamente proponerse hacer befa y escarnio del Hijo de
Dios. Después Con esta descripción aun en la distancia del tiempo, pues el autor narra sin duda la procesión de las Seis de la mañana, quedan retratadas un antecedente de Las Turbas, de forma bastante exhaustiva. Yo como "semanasantero" nazareno y turbo que soy no quiero dar opinión sobre si sí ó si no, sobre lo que debe ser ó no, Las Turbas están ahí desde hace mucho tiempo y si uno comprende el rito que allí se celebra le invito a que las contemple con respeto ó se integre como uno más en el papel de judío, fariseo ó para los más creyentes acompañante del Hijo de Dios que va a ser ejecutado. |