RUTA DEL ALTO TAJO  2


Lo normal será encontrar cerrado el viejo monasterio y abierta la nueva capilla, decorada con aires campestres. A la entrada verá la tabla de horarios en los que las monjas no pueden ser molestadas, ya sabe, maitines, a las seis de la mañana, laúdes, a las siete y media; tercia, a las ocho y cuarto; nona, a las seis y media y cierran las oraciones las completas, a las nueve de la noche. De Buenafuente, por las ricas y buenas aguas que brotan del manantial que hay dentro del monasterio, el camino se dirige a Huertahernando, a la izquierda del cruce que encontramos a la salida del convento, y entra en el valle de los ríos Salado y Ablanquejo, hasta la siguiente parada, la cueva de Casares, en Riba de Saelices. Para visitar su mayor atractivo, dicen que la primera representación rupestre de un coito a nivel mundial, hay que contactar primero con don Emilio. Vive en lo alto del pueblo, al lado de la parroquia, y la visita dura tres horas. A un kilómetro de la localidad hay que tomar la desviación de la izquierda para enlazar con Saelices de la Sal y bajar posteriormente hasta el desvío de Sacecorbo y continuar hasta Ocentejo. Total, 27 kilómetros. En Ocentejo lo mejor será preguntar a algún vecino por el camino del Hundido de Armallones, otro de los espectaculares accidentes del Tajo. Tenga cuidado con los amortiguadores y neumáticos. El Hundido es una formación natural surgida a raíz del derrumbamiento de una pared del estrato rocoso del cañón, producido a mediados del siglo XVIII, como consecuencia del terremoto de Lisboa, que afectó a buena parte de la península ibérica. Los farallones que se observan desde la pista o desde el lecho del río son impresionantes. La exuberante vegetación adorna aún más la belleza del lugar.

De vuelta a la carretera, el viaje prosigue su marcha por las aldeas de Valtablado del Río y Arbeteta, con su desconchado castillo dominando desde la peña las cercanas tierras de la Alcarria y las Tetas de Viana, picos gemelos de 1103 metros de altura. Los curiosos de los entresijos terrestres tienen en las simas de la Corraliza y los Organillos una buena ocasión para fomentar sus aficiones. En el pueblo de Valtablado le orientarán sobre el mejor camino para acceder a ellas. La ruta bordea la sierra de Umbria Negra hasta el próximo cruce, que tomamos en dirección Priego, y volvemos a dejar 4 kilómetros más allá, a la izquierda, una vez aparezca la indicación a Villanueva de Alcorón. Desde este pueblo sale una carretera hasta la localidad de Armallones que continua hasta el Hundido, esta vez visto desde la otra margen. Vigile el nivel del combustible y recuerde que en Villanueva se encuentra una de las pocas gasolineras de la zona. Tres kilómetros después se abandona la actual carretera y el camino toma la dirección a Zaorejas. El desvío a Huertapelayo queda a la izquierda y es uno de los puntos aconsejados para volver a tomar contacto con las aguas bravas del Tajo. Zaorejas es el siguiente destino y una de las pocas posibilidades que encontraremos para dormir bajo techo y tomar algo caliente si el cuerpo y el tiempo lo piden. Una pista recorre la cornisa que dibuja el río entre Valtablado y Peralejos de las Truchas, final del trayecto.

Pero hasta alcanzar este pueblo quedan aún múltiples rincones por visitar y saborear con la vista. El siguiente punto tras dejar atrás Zaorejas, es el puente de San Pedro, mágico lugar donde coinciden las aguas del Gallo y Tajo y una de las zonas más bellas de todo el viaje. Si hemos elegido una época de lluvia para la visita, habrá que acercarse a las cascadas de la Herrería, otro de los escenarios naturales del paraje. Antes de cruzar el puente sale a la derecha una pista, paralela al río, que supone el recorrido más completo para observar toda la grandeza del Alto Tajo. Si la época es seca, no dude en tomar la pista, encontrará todos los ingredientes para agotar las existencias de la cámara fotográfica o videocámara. Son cerca de 35 kilómetros los que separan el puente de San Pedro de Peralejos de las Truchas, pero la excursión merece la pena. La cascada tobácea de la Escareruela, junto a la desembocadura del arroyo Ciño Negro, al poco de iniciarse el camino, las peñas Colorada y Horadada, la Covacha, Valdenarros y el mirador situado junto al refugio de la fuente de las Tobas, son algunos de los lugares de máximo interés paisajístico. Si el recorrido se realiza en periodos de lluvias es mejor consultar sobre el estado de la pista. Con un 4X4 no habrá problemas, pero con un turismo normal la cosa cambia. A los 15 kilómetros, aparecerá la carretera a Peñalén, a la derecha, pero no debemos apartarnos de la pista. Se pasa de la orilla izquierda a la derecha al cruzar el río Cabrillas, otro lugar idóneo para descargar baterías, y el camino se aparta ligeramente del cauce principal. Poco después se enlaza con la carretera de Molina a Priego y se entra en el último tramo del viaje.

Llegados a este punto lo mejor es continuar por la carretera asfaltada, de vez en cuando viene bien el pavimento, hasta el desvío a Taravilla, a la derecha. Se trata de otra pista que nos introduce en uno de los lugares más buscados por los excursionistas y amantes del fin de semana verde: la laguna de Taravilla. Merece la pena observar la sucesión de pequeñas cascadas que vierten al Tajo, el estrecho del Horquillo y los bellos bosquetes de pino. La pista continua paralela al río hasta enlazar con la C-202 a la altura del puente del Martinete, muy cerca de Peralejos de las Truchas, bonito nombre para poner el broche a la ruta del Alto Tajo. En los años 40 y 50 este pueblo fue un poco el punto de partida de los gancheros, esos pastores fluviales que arrastraban con sus ganchos, de ahí el nombre, los troncos pinariegos a través de las rápidas aguas del Tajo hasta la madrileña villa de Aranjuez, lugar de reposo y remanso del río ibérico. Para hacernos una idea de la dureza y arriesgado del trabajo, recordemos por unos instantes el perfil que dibuja el Tajo a lo largo de todo el camino que hemos visitado, increíble, verdad.

El mejor testimonio para conocer la vida de estas gentes lo dejó escrito hace varios años José Luis Sampedro en su novela: "El río que nos lleva", adaptada a las pantallas de cine más tarde por el director Antonio del Real, realizando una autentica epopeya medioambiental y costumbrista de los valores naturales y humanos de esta zona castellano-manchega. La vuelta a casa se puede hacer por Molina de Aragón, Tragacete o Beteta. Si se decide por esta última opción, le recomiendo una parada, o varias, en la hoz del río Beteta, una preciosidad. Una atención muy especial a los tonos rojizos de las mimbreras que colorean el camino hasta la Boca del Infierno, antes de Cañamares, y el estrecho de Priego. Dos buenos lugares para dedicarles unos minutos. Ya en la N-320 (Albacete-Guadalajara-Burgos) el abanico de posibilidades para volver a casa se amplia.

AUTOR: JAVIER LERALTA