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Una de las facetas más
apasionantes de la Sierra de la Demanda es la que conforman las
tradiciones y manifestaciones culturales de sus pueblos. Ésta es una
tierra con milenios de historia a sus espaldas, y todas las culturas que
se han sucedido en el tiempo dejaron su huella. Esta impronta se percibe
en el idioma, en la arquitectura, en las costumbres, y por supuesto, en
la fisonomía y hasta en el carácter de su gente. La Sierra de la
Demanda, como decíamos en otras paginas, es por su situación geográfica
un cruce de caminos. Durante mucho tiempo marcó la frontera entre la
pujante civilización musulmana del sur y los reinos cristianos del
norte peninsular. De esta etapa nos queda una hermosa y truculenta
leyenda, la de los Siete Infantes de Lara, que todos los años
conmemoran con brillantez en Castrillo de la Reina. El Camino de
Santiago, quizás la vía de comunicación y transito cultural más
importante de la historia hasta la popularización de los medios de
comunicación, delimita por el norte a la comarca y su influencia es
notable ( San Juan de Ortega, Agés, Atapuerca).
La Iglesia católica extendió su influencia
durante los siglos siguientes a todas las facetas de la sociedad (
materiales y espirituales) con su omnímodo poder. Al igual que sucedió
en todo el universo cristiano medieval, la Iglesia adaptó la mayoría de
los ritos paganos al uso y, de forma paulatina, los fue convirtiendo en
exaltaciones religiosas sujetas a diferentes advocaciones que aún
tienen vigencia ( las romerías son una constante en prácticamente todos
los municipios de la Sierra de la Demanda). La celebración de la Semana
Santa también está muy arraigada y tiene dos citas destacadas en la
zona, como son las procesiones de Pradoluengo y la escenificación de la
Pasión de Arauzo de Miel. La estrecha relación del pueblo con la
exuberante naturaleza de la Sierra, determina también las costumbres de
esta zona. La ganadería, especialmente, ha sido el motor económico de
buena parte de la Sierra de la Demanda, donde la Mesta y la trashumancia
han tenido un peso especifico sin igual y han marcado a muchas
generaciones en el pasado. Dada la difícil orografía y la severidad climática
que impera en estas tierras, la agricultura siempre ha ocupado
un papel secundario, de mera supervivencia. El "mayo", símbolo
de fertilidad y de vida, aún se "pinga" en muchos municipios
serranos cuando llega la primavera; las setas, la carne roja, la caza y
el guisado de cordero, destacan en su gastronomía.
La montaña es para todas las culturas del
mundo sinónimo de magia y misterio; en la Sierra de la Demanda, por
supuesto, abundan las leyendas, que han ido pasando de generación en
generación, mediante canciones, poemas populares, o a través de la
literatura ( el Romance de los siete Infantes, por ejemplo). Me detengo
ahora en algunas de estas expresiones de la cultura, la tradición y la
forma de ver la vida de este pueblo.
LOS SIETE INFANTES DE LARA EN CASTRILLO DE
LA REINA
En 2001 se cumplieron los diez primeros
años de "Los siete Infantes de Lara". En 1991, un grupo
numeroso de actores aficionados de Castrillo de la Reina se fijó la
meta de poner en escena ante sus paisanos una representación teatral
basada en el auto de Lope de Vega "El bastardo Mudarra", bajo
la adaptación y dirección de Abilio Abad. Durante esta década, los diálogos, los actores, el vestuario y la escenografia han ido
evolucionando, alcanzándose un grado de perfección que sitúan la obra a
la altura de otras representaciones muy nombradas, como el famoso
Cronicón de Oña.
Durante dos días de agosto ( en el año
2000 fueron tres), los actores de Castrillo desarrollan el drama de los
Siete Infantes, tragedia histórica ocurrida en estas tierras durante el
último tercio del siglo X. Los infantes eran hijos de Gonzalo Gustios,
señor de Salas y pariente de Ruy Velázquez, señor de Vilviestre, y de
Doña Lambra, señora de Barbadillo del Mercado, quienes tramaron una
traición contra Gustios y sus hijos, a resultas de la cual los siete
infantes fueron muertos y decapitados por los musulmanes. Gustios
apresado en Córdoba, recibe la cruel noticia. En la capital andaluza
mantiene relaciones con una noble mora de las que nacerá un varón. Es
Mudarra, quien al hacerse un hombre viaja a Castilla para vengar la
muerte de sus hermanastros, lo que cumple a sangre y fuego. Las cabezas
de los infantes y de su ayo quedan en la iglesia de Santa María de
Salas. El auto de Lope de Vega se basa en un cantar de gesta del siglo
XI y hay razones para pensar que existe fundamento histórico del drama. La
tradición que en Castrillo de la Reina ha existido desde hace años por
las representaciones teatrales ha permitido que tras un duro trabajo,
cada verano se reviva la tragedia de los infantes. No es poca la
dificultad del empeño, pues todo ( desde el vestuario a la decoración,
pasando por la iluminación y el montaje escénico), es fruto del
trabajo artesanal y desinteresado de los actores. La obra se desarrolla
en castellano antiguo, lo que aumenta su valor y dificultad, en el atrio
de la iglesia de San Esteban.

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