LA RUTA DE LA PLATA


Trescientos ochenta y tres kilómetros de distancia presenta la Ruta de la Plata en Castilla y León, entre sus puntos más lejanos, el Puerto de Béjar y el Puerto de Pajares. Este itinerario constituyó una de las arterias vertebrales en el recorrido de la España Romana. Trazada entre Mérida y Astorga, el Iter ab Emerita Asturicam comunicaba toda la España occidental, con recorridos que partiendo de Astorga y Mérida tenían su confluencia en Ocellum Duri, en Zamora, para seguir su recorrido hasta Zaragoza.

Sin embargo, conviene advertir que la gigantesca elaboración romana de la calzada viene a ser la confirmación de caminos seculares. No son pocos los historiadores que consideran su existencia desde los tiempos de la prehistoria, nacida como senda natural de los animales que el hombre aprovechó en sus recorridos estaciónales. Existen documentos de que este itinerario secular fue utilizado ya por los Tartesos y no hay duda alguna de que el general cartaginés Aníbal, antes de su guerra contra Roma, lo recorrió en sus expediciones a la Meseta.

El trazado principal, con hitos esenciales en Astorga y Mérida, forma parte de una extensión superior, la que va desde Astorga hasta Sevilla.

Iniciada en el siglo II antes de Cristo, su realización definitiva no tendría lugar hasta los tiempos de Trajano y Adriano.

Se completaba así una magna obra, de la que tenemos documentación desde el siglo III de nuestra era, en la que no faltaban ni las mansiones (poblaciones ubicadas cada veinte o veinticinco millas romanas, en las que era posible el abastecimiento y descanso) ni una precisa señalización de distancia en los miliarios. La condición empedrada de su estructura hizo surgir la denominación árabe de "BaLaTa". La evolución popular la convirtió en Ruta de la Plata

El paisaje de Baños de Montemayor, el último pueblo de Extremadura situado en la calzada de la Plata, conduce con sus montes y la abundante vegetación hasta el Puerto de Béjar, primer pueblo salmantino en la ruta. A su margen izquierda, Montemayor del Río, antiguo castro romano, conserva las murallas, una excelente iglesia del siglo XIII y un buen castillo.

Cantagallo, en un entorno de belleza, es la etapa siguiente que nos Ilevará a La Calzada de Béjar, población por la que atraviesa la Cañada Ganadera de la Vizana.

El centro urbano más importante de toda esta zona de la sierra es Béjar. Su emplazamiento privilegiado (del que es la mejor muestra su muralla) esconde tesoros artísticos como son el Palacio Ducal, construido para residencia de los Duques de Béjar en el siglo XVI. De la misma

época es la finca de El Bosque, un jardín renacentista (1567) muestra precisa de estilo italo-renacentista con palacete, paseos ajardinados y fuentes. La arquitectura religiosa no es inferior en monumentos, como la iglesia del San Gil (actualmente Museo de Mateo Hernández), la iglesia de San Juan Bautista, la iglesia de Santa María o la iglesia de San salvador, del siglo XIII. La Plaza Mayor, con casas blasonadas de los siglos XVII y XVIII. En ella se halla el Ayuntamiento, un edificio del siglo XVI, que fue reformado en 1739. El panorama de la arquitectura religiosa se completa con el santuario de El Castañar, en los alrededores de Béjar.

Es obligado desviarse a Candelario, recorrer sus calles admirando la arquitectura tradicional y saborear; la exquisita chacinería y sus quesos. No es ésta la única ramificación geográfica recomendable. Dos sierras la complementan. La primera de ellas, la Sierra de Francia, próxima a estos paisajes bejaranos, constituye el pulmón paisajístico más explotado por los salmantinos, explotación que, en ciertos emplazamientos acaba siendo poco grata. Mayor pureza presenta la Sierra de Gata. Alejada de los habituales recorridos esconde una Ilamativa autenticidad en sus parajes.

El final de la sierra se acerca como lo muestra la orografía de Fuentes de Béjar, que dará paso a uno de los pueblos salmantinos de mayor popularidad en los tiempos actuales. Si Guijuelo no deslumbra a quien lo visita con muestras artísticas, sí lo hace con la exquisita calidad de sus embutidos condición que le ha valido ser "Cuna del Jamón Ibérico".

El microclima de Guijuelo da paso a las Llanuras salmantinas, pronto iniciadas en la vega de la Maya, con su embalse de Santa Teresa. Y es aquí donde de nuevo el recorrido obliga a una clara elección. La Maya conduce, dando un mínimo rodeo por las riberas del Tormes, a la villa de Alba de Tormes. Su castillo, sus monasterios e iglesias merecen una atención especial. Ofrece, además, en su retorno hacia Salamanca, la posibilidad de observar un magnífico resto de calzada romana, a la altura del emplazamiento del Castillo de Bernardo del Carpio.

Bien merece este recorrido alternativo la villa de los Duques. Pero si se ha seguido el camino clásico de la Ruta de la Plata, a través de Beleña (pueblo en el que puede aún contemplarse una antigua posada de arrieros) la Helmantica romana será el mismo destino.

Por el Puente romano (cerca del cual se halla el mítico verraco ibérico contra el que el Lazarillo aprendió su primera lección de vida) entraremos en Salamanca.

 

Es tarea imposible reflejar en pocas líneas la marca que los siglos han dejado en ella. Desde los emplazamientos prehistóricos, cuyos restos empiezan a aflorar en el Teso de San Vicente, hasta el edificio modernista de la Casa de Lis, Salamanca es un friso artístico de las diversas épocas del arte. Su relación resulta imposible.

Baste recordar su esplendor románico en muestras como la Catedral Vieja, del siglo XII, o la recoleta iglesia de San Martín, de bella portada cerca de la Plaza Mayor. O la humilde construcción de Santo Tomás Cantuariense, tan próxima al convento de Calatrava. La iglesia de San Marcos, de estructura circular, se emplaza en pleno casco moderno, lo que ocurre también con la iglesia de San Juan de Barbalos.

Si la Catedral Vieja puede servir de arranque cronológico, la Catedral Nueva, iniciada a comienzos del siglo XVI, es referencia de la arquitectura gótica, viva en variadas edificaciones de la ciudad, especialmente en conventos y monasterios. Recordemos al efecto el convento de Santa Isabel (fundado en 1433), el convento de Las Dueñas, con un original claustro de forma pentagonal irregular, construido a mediados del siglo XVI, considerado una de las joyas del Renacimiento. Próximo está el convento de San Esteban, fundado por Fray Juan Álvarez de Toledo, que constituye uno de los centros religiosos salmantinos más importantes. Y junto a ellos, el convento de Sancti Spiritus, el monasterio de Las Bernardas, el convento de Las Agustinas Recoletas... El Barroco halla su máximo esplendor también en la arquitectura religiosa. La monumental iglesia de la Clerecía, es una de las muestras más excelsas.

No menos importante es todo el conjunto de la arquitectura civil salmantina, con epicentro estético y urbano en su Plaza Mayor. El punto de arranque es la Universidad, fundada por el

rey Alfonso IX. El edificio de las Escuelas Mayores se inicia a comienzos del siglo XV. En torno a un patio, presidido por una espléndida sequoia, en el edificio se encuentra el aula de Fray Luis y una biblioteca que guarda tesoros bibliográficos extraordinarios, como son los casi tres mil manuscritos y numerosos códices e incunables. Hacia Poniente se orienta su fachada plateresca que constituye el modelo más sublime del estilo plateresco salmantino.

A espaldas de la estatua de Fray Luis, cierran el Patio las Escuelas Menores. El recinto interior se compone de un bello claustro rodeado de aulas. En el Museo se conserva el fragmento de la bóveda de la antigua librería de la Universidad.

Y, dependientes de la Universidad a lo largo de la Historia, todo el conjunto de Colegios Mayores, un fastuoso patrimonio. Cuatro sobresalen de entre todos ellos: el primero, el Colegio Mayor Arzobispo Fonseca, sorprende por la belleza del equilibrio renacentista, palpable de manera especial en su patio. El Colegio de Anaya es renovado en 1760, acorde con los gustos neoclásicos. Adosada al edificio, La Hospedería cumple con dignidad en la complementación del conjunto. Ambos edificios, junto con la iglesia de San Sebastián, en unión de la catedral conforman la Plaza de Anaya, una de las más universitarias plazas salmantinas. No falta la representación de las Ordenes Militares, que toma cuerpo en el Colegio de Calatrava, edificio barroco construido ya en pleno siglo XVIII.

En ciudad tan prolífica en el plano artístico, no pueden faltar ejemplos de arquitectura civil. Las casas de nobles salmantinos salpican la urbe, pero valga como referencia orientativa el nombre de las casas de Doña María La Brava, o la Casa de las Muertes. Junto a ella, los Palacios de los Figueroa, de los Rodríguez del Manzano, de los Álvarez Abarca, o el monumental Palacio de Orellana. Como muestras excelsas de la arquitectura civil, de casi imposible descripción, tres palacios. El primero de ellos, la Casa de las Conchas, erigida a finales del siglo XV, recientemente restaurada. De gran belleza es también el Palacio de la Salina, sede actual de la Diputación Provincial y que en tiempos fue también prueba de apasionados amores. La elemental relación de estos edificios civiles se completa con el Palacio de Monterrey, construido por Alonso de Acevedo y Zúñiga, tercer conde de Monterrey, con singulares miradores.

La arquitectura salmantina tiene su esencia en la Plaza Mayor. Origen y llegada de los pasos de todos los salmantinos, es el alma de la ciudad. En ella se sintetiza el espíritu charro, arropado en ese escenario deslumbrante. Las obras de la Plaza Mayor se inician en mayo de 1729 por el llamado Pabellón Real.