SIERRA DE ABODI-BOSQUE DE IRATI  2


Para tomar el primer contacto con la selva de Irati hay que circular por el mal camino de tierra que sale de las Fábricas, cuidado con los bajos del coche, y se adentra en el corazón mismo del mejor y más extenso hayedo de la península (6520 hectáreas). Lo mejor que puede hacer es dejar el vehículo en el paraje de Arrazola y después un paseito hasta el embalse. La pista pasa por las casas de Arrazola y durante unos metros acompaña al sendero de gran recorrido G.R.II. Una vez en Collado Iblaga, cerca de una zona con yacimientos arqueológicos, y de un dólmen, el camino gira a la derecha y desciende hasta la central eléctrica del embalse de Irabia. A partir de este punto los paisajes son sencillamente maravillosos, espectaculares, deliciosos y llenos de encanto. Pocos pantanos se han hecho en este país en lugares tan encantadores como el de Irati. A partir de este punto la pista traza el mejor trayecto posible que se le pudo imaginar al ingeniero de caminos encargado de diseñar el circuito: bordea el embalse hasta el limite con Francia y vuelve a descender por la otra orilla a los pies del monte La Cuestión hasta el poblado de Irati, final del trayecto. La selva o bosque de Irati, ambos nombres son utilizados para definir el extenso hayedo/abetal, está considerada una de las mayores masas arbóreas del viejo continente y su explotación ha sido escasa a lo largo de las últimas décadas. El haya es una especie que gusta desarrollarse en ambientes frescos, mientras que el abeto necesita bastante luminosidad para poder mantener su crecimiento, por eso es fácil ver a lo largo del camino de Irati las copas de los abetos sobresalir por encima de las hayas en busca de los rayos del sol. La elevada altura de los abetos, algunos alcanzan los 50 metros, y la espesura formada por las ramas generan un suelo pobre de vegetación al que apenas le llega algo de luz.

La niebla es otro elemento indispensable del paisaje de Irati, que ha dado lugar a múltiples leyendas que han bañado este excepcional lugar. Desde el deshabitado poblado de Casas de Irati parte una pista que sube hasta la reserva integral de Lizardoia, un reducido bosque de 20 hectáreas formado por hayas y abetos que permanece ajeno a la mano del hombre y que forma parte de esas escuelas botánicas instaladas al aire libre por el gobierno navarro en diferentes puntos de la Comunidad Foral con el nombre de reservas. Un paseo por estos espacios naturales son la mejor lección para aprender de la naturaleza y de sus comportamientos al margen de la acción del hombre. Otro lugar de interés por su privilegiado emplazamiento es la ermita de Nuestra Señora de las Nievas, a las afueras de Irati. A partir de este punto se toma la tortuosa carretera asfaltada que baja hasta la localidad de Ochagavía, a 23 kilómetros. Pero antes de llegar a la capital del valle de Salazar el camino nos descubre infinidad de bellos rincones que conviene no pasar por alto. A la altura del kilómetro 18,5 cruza la carretera de derecha a izquierda, el sendero de gran recorrido II que puede ser una buena oportunidad para visitar los dólmenes que aparecen en la falda del monte Abodi, monumentos de épocas pretéritas que aparecen también más abajo, llegando al santuario de Mulkilda. Tanto las botas de montaña, como la mountain-bike son dos opciones para recorrer esta senda. Si prefiere la pista asfaltada llegará a la última zona por un camino que sale a la izquierda a la altura del kilómetro 1,5; antes habrá pasado por el excelente mirador panorámico de Paso Tapla, cerca del kilómetro 14,5.

Ochagavía, a pesar de ser la capital de todo el valle de Salazar, es una pequeña población separada por las aguas de los ríos Anduña y Zotoya, que al juntarse en este lugar forman el Salazar.  Todo el casco urbano presenta un encantador trazado con casas blasonadas, calles empinadas y puentes que salvan las frías aguas pirenaicas. Dentro del caserío hay que acercarse al templo de San Juan Bautista, de cierto aire medieval, y fuera es de obligada visita el santuario de la Virgen de Muskilda, posiblemente levantado en el siglo XII, enclavado en un privilegiado escenario natural. En este punto hay que tomar la comarcal NA-140 hasta Isaba, puerta de entrada al valle de Roncal. Izalzu es el primer caserío que aparece antes de llegar al cruce de la carretera que lleva a la localidad francesa de Larrau, precioso pueblo que merece la pena conocer si se dispone de tiempo. Además el camino ofrece una gama de posibilidades muy amplia de panoramas y excursiones. En el Collado Ollokia se puede practicar esquí de fondo, poco antes del kilómetro 7, y desde el alto de Larrau se contemplan unos paisajes excelentes de la sierra de Abodi, del valle de Roncal y de los bosques franceses. Justo en este punto se inicia la excursión al monte Ori, ese picacho entre tinieblas que sobresale desde cualquier punto de la carretera entre Orbaiceta y Ochagavía.

De vuelta a la ruta principal nos encontramos con otro buen mirador natural, el portillo de Lázar, punto de división de los valles de Salazar y Roncal. Antes de llegar a Uztarroz, la carretera se adentra en la belleza que describen los barrancos de Tropo, Doronjuane, Uztárroz, Burquiarte, una pista que sale a la izquierda, cerca del kilómetro 4, sirve de entrada, Oterrea, Anzagarreta y Mendibetza. Uztárroz es el primer caserío del valle del Roncal y ruta de partida para conocer las excelencias paisajísticas de la Foz de Mintxate, arroyo que se puede recorrer mediante una pista que sale a la izquierda a un kilómetro y medio pasado el pueblo. En Isaba conviene parar y conocer un poco las costumbres de los roncaleses. Si puede acérquese por el lugar el 13 de julio y suba por la carretera local que sale a la izquierda hasta la peña de San Martín. En ese punto se encuentra la muga o mojón fronterizo que sirve a los alcaldes de los valles de Baretous, en Francia y de Roncal, de mesa de ceremonia para escenificar al llamado Tributo de las Tres Vacas, una tradición que consiste en la entrega de tres vacas por parte de las autoridades vecinas a los ediles navarros como pago de unas disputas sobre lindes y aguas que ya nadie recuerda cuando sucedieron. El acto, lleno de colorido, trajes regionales y seriedad, finaliza con una comida de hermandad. Es posiblemente el acontecimiento más importante y tradicional que se celebra a ambos lados de los Pirineos.

El final de la ruta se encuentra en la localidad que bautiza el valle, la villa de Roncal, bañada por varios arroyos, cubierta por bosques de pinos y con interesantes edificios, como la iglesia de San Esteban, la Casa-museo de Juntas, con una importante colección de trajes típicos, y un monumento funerario que recuerda al hijo más ilustre de la villa, el tenor Julián Gayarre, obra de Mariano Benlliure y que se puede visitar en el cementerio municipal. Tanto Isaba como Roncal son villas bañadas por las aguas del Ezca, río de permanente corriente que hasta hace unas décadas era utilizado como vía de comunicación para transportar la abundante madera de los bosques navarros a través de las almadías. Este método de aprovechar los cauces fluviales para el transporte de troncos ya lo vimos en la ruta del Alto Tajo.

Para regresar de nuevo a casa hay que continuar la misma carretera hasta el enlace con la N-240 ( Tarragona-San Sebastián-Bilbao), junto al embalse de Yesa, que recoge las aguas del Ezca y Aragón.