SIERRA DE AITANA Y VALLE DE GUADALEST  2


A la entrada de Polop se encuentra la Font dels Xorrets, fuente de los Chorros, con 221 caños, cuentan que uno por cada municipio de la provincia, manando agua la mayor parte del año y a la que acuden vecinos cercanos de Benidorm y Altea con bidones y garrafas por si la red de suministro falla con la llegada de los veraneantes. Muy cerca de Polop se encuentra La Nucía, rica en manantiales, limoneros, naranjos y nísperos que se dedica también a la elaboración de otros sabrosos manjares como panes, dulces, queso y embutidos. no se vaya sin probarlos y si es domingo, no se pierda el rastrillo que instalan los extranjeros de la localidad. Si las ganas por la aventura aprietan sepa que desde Polop se pueden iniciar varias rutas a pie al corazón de la sierra de Aitana que supone invertir todo el día en la excursión. Si la escapada se realiza aprovechando las vacaciones estivales merece la pena intentarlo. Podrá alcanzar el puig Campana y ese corte llamado el Tajo de Roldán, la segunda altura de la sierra, con sus 1406 metros; el collado de Llam, o el monte Ponoch, lugares de gran interés paisajísticos. Corren por la zona varias leyendas que intentan aclarar algo sobre el origen de tan enigmático corte; unas hablan de un gigante que abrió un ventanal en la roca para que su amada pudiera recibir los rayos del sol; otras aseguran que el corte fue producido por una coz del caballo de Santiago y por último, hay quienes aseguran que en el puig Campana se repitió la historia de la espada de Roldán, recreada tradicionalmente en Roncesvalles, que antes de morir golpeó con su arma la roca y consiguió partirla.

Guadalest se halla en lo alto de unas peñas, dominando el sector sur del valle con el pantano del mismo nombre al fondo. Se entra al pueblo viejo por una puerta excavada en la roca que da acceso al recinto amurallado, derribado parcialmente por el terremoto de 1644 y por la guerra de sucesión del siglo siguiente, y a la plaza del Ayuntamiento. Guadalest es un capricho de la naturaleza y de la mano del hombre que ha ido adaptando las formas urbanas al espacio que le ha ido permitiendo el terreno. Desde el balcón de la plaza podrá observar uno de los paisajes más austeros y bellos a la vez. Tierras de almendros, naranjos, olivos y algarrobos combinadas con la aridez de las sierras que se asoman al fondo ( Serrella y Aixorta), limpias de vegetación por la acción de las fuertes lluvias que han arrastrado cualquier tipo de vida botánica. Guadalest es uno de esos pueblos en los que hay que dejar pasar el tiempo y olvidarse del reloj. Si tiene tiempo y anda bien de dinero no deje pasar la oportunidad de visitar los diferentes museos del pueblo. Los más atractivos e inéditos son los dos de miniaturas: en el del Mundo de Max, junto al aparcamiento, encontrará trabajos tan increíbles como el cuadro de Leonardo de Vinci, pintado en un grano de arroz o un texto escrito en el canto de una tarjeta de visita; en el otro, el de Manuel Ussá, dentro del casco antiguo, se exhiben obras tan sorprendentes como la estatua de la Libertad dentro del ojo de una aguja o la Maja Desnuda de Goya pintada en el ala de una mosca. La iniciativa privada ha sido la culpable de esta excesiva explotación turística de la que es difícil salir indemne. La vieja cárcel del siglo XII, en los bajos del Ayuntamiento, es el único lugar donde se permite la entrada libre.

Desde el mirador que hay en la plaza se observan los pueblecitos de Abdet, al fondo; Beniarda, a la derecha, y Benimantell, el más próximo. Y por supuesto, las turquesas aguas del embalse de Guadalest. Un poco más allá se entra en territorios que fueron conquistados por Jaime I a los árabes y que todavía conservan algo de aquellas gentes; en el pueblecito de Abdet, a la derecha de la carretera, se observa una buena vista del valle y desde el puerto de Confrides, de escasa altura, se aprecia el encanto de la sierra de Aitana. Estas tierras constituyeron durante los siglos XVI y XVII uno de los focos de resistencia más tenaces e importantes de los moriscos, capitaneados por Al Azrak. Todavía en lugar se mantienen las huellas de las viejas sendas utilizadas por aquellos moros reconvertidos que hoy se pueden utilizar para recorrer de este a oeste la sierra de Aitana y que enlazan con el camino que dejamos en Polop. A lo largo del duro paseo, hay que hacerlo en varias jornadas, se pueden ver estos de "pou de la neu", pozos de nieve, utilizados allá en el siglo XVIII para almacenar el hielo y luego llevarlo a las principales localidades de la región. En la ruta de Sierra Espuña se hace referencia también a estas "fabricas de hielo".

En Ares hay que girar a la izquierda para conectar con la carretera que baja hasta las localidades de Sella y Finestrat, últimos reductos de Aitana por la franja sur. La sinuosa carretera supera los mil metros del alto de Tudons y alcanza la población de Sella, utilizada por muchos aficionados al parapente como pista de aterrizaje. Sella es otro pueblo blanco de empinadas calles, adaptado perfectamente a las condiciones del terreno. Del municipio parte una pista que atraviesa la sierra de Aitana a través del barranco de l'Arc y finaliza en el pueblo de Benimantell. Finestrat es el final serrano de la ruta y uno de los puntos de partida de la senda morisca que sube hasta Polop y Confrides. A partir de este punto el final de la ruta puede tener cuatro objetivos: Benidorm, Villajoyosa, Altea o Alfaz del Pi. Si se elige la primera localidad, una de las más turísticas del litoral levantino, se puede acudir a la llamada sierra Gelada, ese macizo que separa Punta Albir de Punta de la Escaleta. Se accede desde la carretera de Altea-El Albir o desde el Rincón de Loix, al final de la playa de Levante de Benidorm, y una vez arriba, cerca del repetidor de televisión, el paisaje que aparece es espectacular, con un prolongado acantilado de 7 kilómetros. También es recomendable visitar el casco marinero, el balcón del Mediterráneo, uno más de los varios que hay entre Port Bou y Algeciras, y si es aficionado a los últimos avances de la arquitectura hotelera, no deje de pasear por las playas de Poniente y Levante. Si resulta interesante, como atracción turística original, embarcase en la nave de visión submarina que parte del puerto y repasa la flora y fauna de la costa blanca.

En Altea hay que visitar su casco antiguo, las murallas y sus playas; y en Alfaz del Pi conviene subir al faro a primera hora y esperar a que amanezca. En cambio, si se ha preferido continuar la carretera de Finestrat a la A-7 y luego Villajoyosa o Vila Joiosa, la cosa cambia; esta antigua capital de la comarca, antaño villa marinera y hoy menos dedicada a la actividad de las redes y más a la del chocolate, hay varias fábricas en el pueblo, se asoma al mar con fachadas de colores abandonados y un casco viejo poco cuidado que necesita que alguien le eche una mano. Si las ganas por viajar se mantienen intactas, el consejo es acercarse a la cueva de Canalobre, cerca de Busot, y de Alicante y continuar hasta Jijona, villa del turrón y del helado, con cerca de 20 fábricas dedicadas a esta industria tan dulce y con un museo donde se da a conocer el proceso de fabricación.